Por Juan José Cartas Antonio
Hoy, con la celebración del Domingo de Ramos, inicia la semana mayor, que tiene el alto significado de la Pasión de Jesucristo.
Los contenidos de la celebración son los mismos, que los creyentes católicos llevan a cabo desde tiempo inmemorables; solo que las actividades, que son movidas por la fe, viven su segundo año de alteraciones, generadas por la pesadilla que sufre la humanidad provocadas por el COVID-19.
Sin duda, las representaciones de cada uno de los pasajes bíblicos de la semana mayor, vivieron una rígida restricción el año pasado, porque el desconocimiento de la fuerza de la epidemia generó un ambiente de medidas y restricciones urgentes, para intentar detener el avance destructivo de la enfermedad.
Ahora, que la amenaza de una tercera ola de contagios nos acecha; pero con un conocimiento mayor de la realidad, el manejo de un semáforo epidemiológico, la aplicación de medidas de salud como: el uso de cubrebocas, el lavado de manos constante y la sana distancia, las Iglesias han abierto sus puertas, para celebrar homilías y entregar a sus fieles las bendecidas palmas, para la formación de cruces, que colocarán en puertas y ventanas de sus hogares.
Ignoramos con certeza que es lo que mueve a los creyentes; su fe, el desconocimiento de la realidad, las ganas de romper con el «quédate en casa», el pensar que son inmunes a la enfermedad o el creer que están libres de todo mal, para acudir ante el altar del Dios de todos.
Y es que algunas iglesias cumplieron con lo que dicta el Domingo de Ramos, recibiendo en su seno a varias decenas de personas, dibujado en sus rostros una paz y tranquilidad como si nada pasara en el pueblo.
No hay que olvidar que hasta el momento la aplicación de la vacuna en la región es nota muerta.
No cabe duda que «La Fe Mueve Montañas».
Fotografía: Ricardo Soriano