Por Juan José Cartas Antonio
El suceso del miércoles en el retorno que deja la carretera Transístmica para tomar la Panamericana, ubicado frente a conocida gasolinera del barrio Santa María, es de poner los pelos de punta.
Una estación de gasolina cerca, una zona poblada, comercios y una escuela primaria, que están expuestos a una desgracia mayor, debe llamar la atención inmediata de los tres ordenes de gobierno, que se duermen en sus laureles. O como dice, ya saben quien, son verdaderos floreros incapaces de instrumentar medidas de seguridad, para todos.
Esta no es la primera ocacion en la que sucede algo asi; ya la historia registra un accidente «casi» semejante, que a punto estuvo de borrar la zona.
El primer accidente causó mayores daños a los comercios y casas, y a punto de que el flamazo alcanzara bombas de la gasolinera, el accidente enlutara hogares de la comunidad y dejará huellas de un profundo y doloroso recuerdo.
Todo se resolvió con el pago de los daños ocasionados a los propietarios de los negocios y san se acabo. Solo que los daños al alumbrado, cunetas, bancas, árboles y contaminación, se quedaron sin tocar y quizá sin pagar.
Por fortuna ahora no existió incendio ni muertes que lamentar, pero la «acostada» de este monstruo de la carretera, de doble tanque y preñados con miles de litros de turbosina, ayudó a destruir lo pendiente que dejó el primero y a recordarle a la autoridad que, ¿hasta cuando se pondrá en marcha un ápice de seguridad en esta zona?
Pero bueno, nos dejó con interrogantes que posiblemente nunca sabremos como: ¿el conductor se durmió? ¿venía con mucha velocidad? ¿no es experto en conducir? ¿le ganó el peso de la unidad? o estaba con el influjo de un «algo» que le nubló la vista.
En verdad que es lamentable que todos estemos expuestos a una desgracia mayúscula y expuestos también a la inoperancia de un sistema de seguridad que nunca supo abanderar a las decenas de autos, que se entramparon en las estrechas arterias, llenas de topes y baches de los barrios, por los que los conductores tuvieron que buscar salida a su destino.
Y es que mientras el paso de los carros se convertía en un dilema, el peligro de accidentes y el desconcierto de los vecinos crecía, sobre cinta asfáltica los policías y Protección Civil la pasaban a toda «madrina».
Es necesario frenar las locas carreras de estas bombas rodantes en las zonas pobladas y poner en práctica un plan de desfogue en los momentos críticos, que se han vivido en estos dos «atentados» a la paz y tranquilidad de Tehuantepec.
Ya van dos avisos, que no se de el tercero, porque, sin que sea un presagio, se dice que «la tercera es la vencida». Dios nos libre.
Fotografía: Geovanny Gandarillas