Por Juan José Cartas Antonio
El día de hoy nos movimos al centro de la ciudad, después de mucho tiempo de encierro y fuimos de sorpresa en sorpresa, de alegrías a tristeza y de incertidumbre a incredulidad.
Y entre tantas cosas, que muestran a un pueblo como si nada hubiera pasado, después del terremoto y de la actual crisis de pandemia, vimos a una señora conocida, que se gana la vida ofreciendo unos ricos panecillos, que sus manos hacendosas convirtieron en verdaderos manjares.
Llamó mucho mi atención el hecho, porque la recordé metida en el taller de panadería, que como un proyecto de apoyo a las mujeres, aunque también habían varones, se estableció e impartió en el DIF municipal, durante el trienio de José Luis Villalobos.
No sólo fue la impartición del curso de panadería en esa época lo que llamó la atención de las personas interesadas de prepararse en un oficio, sino también las facilidades que se les brindaron y el que la impartición no tendría costo alguno, a lo que se agregó la aportación de los materiales, para lograr los objetivos.
Fueron muchos talleres que se impartieron y muchas las personas, de todas las edades, que aprovecharon la oportunidad de descubrir nuevas formas de vida y otros de fortalecer sus capacidades.
Después de adquirir algunos postres le pregunté si aún acudía algún taller, para fortalecer sus capacidades, esto, por aquello de que el aprendizaje nunca termina y el que todas las puertas se abren ante las facultades que se tienen.
Tuvo a bien responder con un gesto de tristeza y reprobación, para decirme, que no solo los talleres habían pasado al olvido sino que también la institución daba avisos de no existir y que era una posibilidad de que mucha gente se quedó sin trabajo.
¿Qué habrá pasado con todos los espacios en los que muchos se prepararon para desempeñar un trabajo que les genera un buen modo de vida? Lo cierto es que tarde en preguntar, antes, a otros conocidos que los he visto desempeñarse en algunas actividades como: la fotografía, el corte y confección, las manualidades, la computación, el diseño, la estética… y otros.
Sin duda, estoy convencido que la implementación de talleres y la aplicación de cursos, para quienes buscan una oportunidad de vida, da buenos y óptimos resultados, toda vez que se convierte en un atrayente que cambia la mentalidad de las personas, genera economía en los hogares y se fortalece la sociedad. Amén de que pone en buen lugar el desempeño de las autoridades y da vida a sus acciones.
A los que ahora quieren y le sacan copia a «primero los pobres», les recuerdo que repartir dinero por sufragios o para comprar conciencias, no es, en nada igual, a fortalecer las capacidades de los hombres y mujeres, porque los quinientos o mil pesos se acaban pronto y las capacidades para desempeñar un trabajo es para toda la vida.
Sean felices, que no cuesta ni duele.