Por Juan José Cartas Antonio
Hace algunos ayeres tuve la fortuna de conocer a don César Rojas Petriz, cuando participó mi esposa en una ceremonia para elegir a la chica que ocuparía el trono de la reina de la Sandunga. Para entonces la Casa de la Cultura se situaba en la avenida Juana C. Romero, en el barrio de San Sebastián.
En ese tiempo, con un grupo de tehuanos visionarios, ya se movían los trámites en relación a lograr que el edificio construido por los Zapotecas bajo el mando del Rey Cosijopí, utilizado después por las Fuerzas Armadas de don Porfirio Díaz Mori, como cuartel y caballeriza, y posteriormente convertido en prisión federal, albergará la institución cultural mas importante de la región, la Casa de la Cultura de Tehuantepec. Institución de la que fue su primer director.
Volvimos a encontrarnos nuevamente en las páginas de su revista Daani Beedxe (cerro del tigre) identidad cultural del Istmo, invitándome a colaborar con mis poemas y fotografías, que aporté con el espíritu de una nueva oportunidad de vida, pero sobre todo, intentando mostrar mis trabajos.
Corrían los años los años en que estaba preparando el V CENTENARIO DEL GUIENGOLA, para lo cual dentro del programa se incluyó un viaje a la cúspide de la montaña, sitio al que subieron los grupos de danza, procedentes del pueblo donde se encuentran los orígenes de la raza de la nación zapoteca del Istmo. Desde allí se logró una transmisión radiofónica de la XEKZ con la voz de el locutor Rolando Cruz Cabrera. Allí en los vestigios del Guie Ngola se gestó el nacimiento del Guendalizaa, lugar en el que fraternalmente estuvieron las representaciones de: Zaachila, Huamelula, San Mateo del Mar, Juchitan, Chihuitan, Santa María Petapa, Salina Cruz, San Blas Atempa y Tehuantepec.
El andar y peregrinar con el compromiso a cuestas de dar a conocer la grandeza de Tehuantepec, lo llevó a establecer a través de la radio su programa ANALICEMOS UN TEMA, en donde volvimos a encontrarnos en repetidas ocasiones y en una de ella me incluyó entre sus entrevistados como secretario general de la sección 197 de la música, para tratar el tema de la falta de nuevos ejecutantes de la música tradicional y se tenía que hacer, para recuperar los espacios. Recuerdo que entre muchas cosas de respuestas le resalté el hecho que faltaba una escuela de música en Tehuantepec.
Inquieto a pesar del paso de los años en su vida, asumió la responsabilidad de crear un noticiario por las mañanas en la KZ como se conocía a la radio local. Fue así como apareció RAFAGAS DEL ISTMO espacio al que me invitó a colaborar con los deportes en Ráfagas Deportivas. Lo cierto es que sus ráfagas fueron como resultado un gran éxito en toda la región, porque le abrió las puertas a todos y todas las razas, ideologías y grupos de toda índole. Desde luego, el resultado se dio, porque contaba con colaboradores que entraban al aire desde sus trincheras regionales.
La ausencia de su lucha por brillar con sus conocimientos y aportaciones sufrió un giro después del terremoto que sacudió a Tehuantepec, y a muchos pueblos de la región. Lamentablemente el daño de su hogar, casa de mucha querencia para su familia, fue dañada por el sismo y esa perdida causó mucho daño a su salud física y mental. La casa quedó en el abandono, porque se fue a vivir con la mujer de toda su vida, Hilda Cartas de Rojas, al barrio de Santa Cruz, allí donde algún día existió su restaurante Yagui.
Siempre luchó por alcanzar el optimo, siempre tendió la mano a quien estaba interesado por la grandeza del pueblo que le vio nacer. Que no quepa duda, como toda persona brillante y enérgica, tuvo grandes amigos que le tendieron la mano y enemigos fortuitos, que a pesar de haberles abierto la puerta para triunfar en diversas áreas de la vida, le dieron la espalda y buscaron la forma de desacreditarlo.
Me consta, no existieron venganzas de Don César Rojas Petriz, y siempre estuvo presto para auxiliarlos cuando faltaba algo para completar una obra.
Se va bajo la buenaventura de la lluvia, aguacero que nos es un llanto de tristeza de los cielos sino un canto de alegría por la grandeza de un ser que busca el cielo, para unirse a don Carlos Iribarren, don Gustavo Toledo, y a sus amigos que que antecedieron al viaje sin retorno.
Descanse en paz, don César Rojas Petriz.
Sean felices, que no cuesta ni duele.