domingo, noviembre 24, 2024

Cartas en el asunto – La calma también presagia tormenta

Por Juan José Cartas Antonio

La llegada de aguaceros a la región, que nuestra voz popular llama «tiempo cerrado», y que en boca de mucho sale la expresión «mal tiempo», debe de ser motivo de agradecimiento al creador o, para quienes son ateos, un reconocimiento a la madre naturaleza.

Ambas expresiones son parte de la vida misma, que se enmarcan en la cotidianidad del tiempo en tiempo, dando la oportunidad a todos, de encontrar entre líneas, los misterios que existen en lo místico de la creación. No hay que olvidar que cada estación de la naturaleza tiene un porqué, y ésta, que ahora se presenta entre nosotros, resulta inmensamente benéfica, aunque una parte de nuestra sociedad sufra el embate de los resultados. Como pérdida de sus pertenencias, inundaciones en los sitios de residencia y complicaciones extraordinarias.

El agua es prodigio que nutre nuestros cuerpos y calma nuestra sed; le da vida a la flora y a la fauna; inyecta corriente a los ríos, llena las lagunas y sustenta a las zonas acuíferas. Esto permite la reproducción de las especies marinas y, por ende, la oportunidad a los pescadores de obtener buenos resultados al tirar a las aguas, saladas o dulces, sus redes, y atrapar todo aquello que llevaremos a nuestras mesas, con significado de alimentos que dan vida.

Cubre la esperanza de los campesinos al provocar que las semillas depositadas en los surcos den como resultado infinitas cosechas, mismas que llegarán a nuestras mesas convertidas en el pan de cada día.

Pero bueno, esta temporada de ciclones que ahora nos recuerda el maravilloso ayer, cuando la cantidad de lluvia que caía nos obsequiaba abundancia en todos los sentidos, pronto tendrá que permitir que el astro rey nos vuelva a iluminar y entonces muchos diremos: «después de la tormenta viene la calma».

Pero… siempre el pero, no siempre el binomio tormenta y calma dan como resultado bienestar. Veamos porqué. Estamos ahora mismo metidos en una tormenta que ha sido motivo de incertidumbre en todo el mundo, en la que se han perdido empleos, cerrado empresas, economía en las familias y sobre todo ha propiciado pérdidas de vidas humanas, que han enlutado a centenares de hogares en el planeta.

Es una tormenta que ha cobrado víctimas sin respetar, posición económica, extracto social, color de piel ni religión. Tormenta que ha sido mañosamente utilizada hasta hacernos pensar y creer que la curva ya estaba domada, cuando la realidad ha sido otra, toda vez que ahora nos dicen que seis estados presentan niveles de contagios a la alza.

Y es que muchos, pero muchos, hemos dejado a un lado las recomendaciones creyendo que con la aplicación de las vacunas ya podíamos tirar los cubreboca, olvidarnos del lavado de manos, realizar fiestas, asistir a puntos de aglutinación y cubrirnos de abrazos y besos, como si nada estuviera pasando.

Esta calma fue propiciada, hay que decirlo, porque el gobierno del estado dio a conocer que todo el territorio oaxaqueño estaba pintado de verde, color que dejaba abierta la posibilidad de asistir a los eventos políticos, en los que vimos marchar y concentrarse, sin medidas sanitarias a jóvenes, adultos mayores y hasta a niños tomados de la manos de mamá o papá.

El gusto por la calma chicha que estábamos viviendo, y por el gran aforo de paisanas y paisanos en las calles, eventos politicos y bailes populares, presagiaban tormenta, por lo que muchos dijimos, «tenemos la esperanza que no vuelvan los contagios, porque la tormenta de la tercera ola nos puede alcanzar…».

Nuestra indiferencia acabó con esa luz que se empezaba a distinguir al final del túnel, misma que alimentaba la posibilidad de volver a la «nueva realidad», pero las no gratas noticias de nuevos contagios y cierre de una institución bancaria en Salina Cruz, prenden las luces rojas para activar nuestras conciencias y agudizar el cuidado de nuestras familias.

Es necesario que el gobernador del estado ponga marcha atrás en su decisión de que el territorio se mantenga en verde, pensando en el bienestar de todos y de todas. Así que mientras la calma se diluye y vuelve la tormenta, cuídese por favor, pensando en la felicidad su familia.

Sean felices, que no cuesta ni duele.

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