Por Juan José Cartas Antonio
Fotografía: Geovanny Gandarillas
Mientras las huestes de la clase política todavía no regresan a la realidad; unos porque triunfaron y siguen con el rostro pintado de alegría y otros, porque perdieron la oportunidad de su vida y aún no encuentran el remedio para las pesadillas; el presidente de «todos» los mexicanos ya se subió a la palestra, no como un estadista sino, por el tono de su voz y términos que utiliza, como un eterno candidato en combate.
Sin duda alguna, los ganones, están en constantes reuniones, para dejar definido quienes se quedan ocupando las regidurías y a quienes hay que decirle «sigan participando». Y es que hay que abrirle cancha a los perdedores que alcanzaron algunos miles de «pobres votos», para que ocupen un lugar en el cabildo con voz y voto, para defender las causas «justas» del pueblo, que les abrió esta posibilidad.
Entre los equipos que ocuparon la segunda, tercera, cuarta y posiblemente quinta posición, dependiendo la cantidad de sufragios, estarán poniendo en práctica la «democracia» con el propósito de darle la oportunidad a los que, desde sus perspectivas, no ocuparán una silla para levantar el dedo y estar de acuerdo con algunas barbaries que pondrán en la mesa, contrarias a lo que el pueblo necesita.
Y es que no está por demás mencionar, que la dieta que se percibe (por no hacer nada) los «apoyos» que se le agregan y el cabildeo de expertos en el arte de la política, se combinan para «aflojar» hasta al más fiero defensor del pueblo que les vio nacer. Porque no es posible dejar a un lado las cuentas monetarias que tienen una duración de tres años. Desde luego, si el elegido es ducho en la materia, hasta puede ser, que pronto, más pronto de lo que se supone, luzca un nuevo color de playera, porque con todo lo que hoy en día se vive, la máscara y la cabellera pasaron a segundo término.
No se crea que es muy fácil entrar a este extraño mundo de la política ni mucho menos de saberse ganador, porque cuando nunca se ha tenido contacto con este mágico y fantástico espacio, quienes no están preparados, por el desconocimiento de la «farándula» de la clase política, hasta se sienten iluminados y pierden el piso, creyendo que ser autoridad es ver a los perdedores de soslayo y a sus «compañeros» ganadores como una estirpe iluminada y capaces de todo.
Son muchas y variadas historias las que se tejen, para que, después de saberse aspirantes, en este caso, tarde medio año para por fin asumir su «responsabilidad», pues en ese término de tiempo les pega duro la ansiedad, como cuando se nos dice una promesa y como chamacos deseamos que ya suceda. De allí que hay quienes les come saber que cuarto les va a tocar, la secretaría que les van asignar, el material que van a utilizar, el director que les acompañará, que «funciones» van a desempeñar, de a cuanto van a cobrar y hasta con quienes del sindicato van a lidiar.
Lo cierto es que los que quizás nunca soñaron con ser huéspedes de la «casa del pueblo», pronto les llegará como regalo de navidad y será hasta entonces que podrán abrir sus regalos y mudarse, si es que van a cumplir con la responsabilidad que se les asignó, al vetusto e histórico palacio, que guarda en las páginas de su historia un sinnúmero de acontecimientos de hace más de un siglo entre movimientos armados, inundaciones, quema de algunos espacios, plebes que apedrearon sus paredes y antiguo reloj y las enardecidas turbas que «bajaron» a presidentes y desaparecieron poderes.
Pregunte algunos protagonistas de la política, no solo de Tehuantepec, que valor le daban a esta nueva realidad, en la que reventaron partidos políticos por doquier y en la que aparecieron muchos aspirantes a «servir» al pueblo que les vio «nacer»; casi todos coincidieron en señalar que para la próxima el suspirante tendrá que buscar a un buen padrino o amarrarse el estomago para hacer una «vaquita» que pueda invertir en su posible campaña. Que el dinero que ahorre no sea solo para camisetas y gorras sino que le alcance para ser hasta padrino de bautizo y arrojar bastante cuando le griten: bolo padrino, bolo padrino…
Sean felices, que no cuesta ni duele.