Por Juan José Cartas Antonio
Creí no poder llegar a tiempo para meterle el índice al reloj checador. Un amanecer normal sobre carretera; vehículos en la estación de gasolina, los autobuses de transporte foráneo, como siempre, tratando de ganar pasajeros, algunos paradores saturados de personas esperando su transporte.
Pipas, plataformas y trailers, trazando rumbo. En el paraje del Crucero un caos incontrolable: mototaxis tratando de ganar el paso, los taxistas dando vueltas en «u» y deteniéndose en donde se les antoja, personas cruzando en los dos sentidos con mucha apuración y los urbaneros, y bueno todos, haciendo sonar el estridente claxon de su vehículo, creando un ambiente de estrés que va hasta el escuatro.
En este «maravilloso cuadro» del amanecer no vi un oficial de tránsito, un federico de camino, una patrulla de la «chota» y bueno, hasta Ruperto brillaba por su ausencia.
Creo no hay un punto más álgido, en relación a esta «locura» en Tehuantepec, como se vive en el paraje del «Crucero», en donde los conductores de unidades pesadas se obligan a cruzar a vuelta de ruedas.
Algunos dicen que el otro «manicomio» se encuentra en el puente de fierro a la hora pico, imagino que nunca han tenido la desgracia de ver como, en muchas ocaciones, los intrépidos mototaxistas en un acto intrépido han quedado en la «trompa» de los trailers a punto de ser apachurrados con todo y pasaje.
Santa cachucha de los congales nos libre de este circo, maroma y teatro, de todos los días, en horas picos y chatos, porque solo de ver como algunos papás corren con sus vástagos de las manos se nos «encuera el chino».
Ya cruzando allí y otro poquito en el Crucerito, se quedan los cuatro carriles libres y «fantásticamente» iluminados por esas «potentes» lámparas «automáticas» dijera el paisa, que colocó una señora de enagua y de huipil «chande».
Más delantito solo te encuentras con chafiretes de taxis y manejadores de los Istmeños, que no aprendieron, cuando sacaron su licencia, que su carril es el de la derecha y que el de la izquierda es para rebasar. Aparte y de repente, se te aparece uno que otro motito, dice la paisa, que desafían la fuerza del aire del norte y el que provocan los carrotes que van para la refinería o los que traen un chingo de cajas de cebada, para ponerse biaxhi.
Estaba a punto de meter el índice, para luego abrir la reja y recibir a los más «chingones» de los educandos que tiene: San Blas, Mixtequilla, Jalapa, Huazantlan del río, Salina Cruz y Tehuantepec, cuando se apareció la Gringa, mi perrita, porque le llegó el olor del lonche que le llevé, y detrás toda su banda perruna.
Tomé rumbo al portón y en el camino me encontré con algunos compañeros madrugadores. El norte nos pegaba con fuerza y nos hacía tragar polvo y piedritas que arrebataba desde el vado, lo que me causó alergia y un concierto de estornudos. Mi mujer pensó que me estaba ahogando y corrió a despertarme de esa horrible «pesadilla » que me atormenta de lunes a viernes.
Creo me hizo mal el tamalote de iguana y la taza de chocolate, que me refiné el domingo por la noche.
Pero no entiendo mero, di.
Sean felices, que no cuesta ni duele.