Por Juan José Cartas Antonio
Ya está en tránsito y a punto de agotar los primeros diez días y no se ve la ciudad vestida de tricolor, ni lo festivo se siente en el ánimo de los habitantes, tal y como estábamos acostumbrados a mostrar nuestra actitud patriótica.
Los propietarios de los comercios del centro, de las colonias, fraccionamientos y barrios, se olvidaron de adornar sus locales como en años pasados, dándoles un distintivo especial que contagiaba a todos y todas.
Mientras que el transporte del servicio local, llámese autobuses urbanos, taxis y motocarros, hicieron a un lado el espíritu septembrino que siempre los ha identificado, olvidándose de adquirir banderitas, rehiletes y adornos de plástico, para colocarlos en diferentes partes de sus vehículos.
Es más, ni la proliferación de los vendedores, que inundaban el primer cuadro del centro de la ciudad, se ha hecho presente, mismos que llamaban la atención de las personas en busca de comprar algo novedoso, para destinarlo a su hogar o automóvil.
En el centro solo el palacio municipal luce adornado con motivos patrios, pero hay que decirlo, desde mi punto de vista el edificio luce desangelado y ausente de alegría, es como que si se presintiera la no celebración del Grito de Independencia y la parada cívica de un día después.
Obviamente todo se encuadra en la realidad que se vive aquí, allá, acullá y más allá, generado por esta pandemia que no tiene para cuando concluir, y aunque al estado se le ubicó en amarillo, de palacio estatal salió una orden de no celebración de las actividades que tiene que ver con las fiestas patrias.
Aunado a todo, la falta de dinero en las familias y la ausencia de trabajadores de la educación y estudiantes en los colegios, resultan también motivos que generan olvido, indiferencia y un estado de ánimo en la sociedad, que dista mucho de la cotidianidad que a principios del año pasado se rompió, descarriló, se alteró y descompuso.
Y bueno, para contribuir un poco más, a quien le encargaron adquirir los plásticos de colores que adornan el palacio de todos, le puso el toque especial de tristeza al comprar un verde que nada tiene que ver con el verde bandera de nuestro símbolo patrio. Triste y descolorido, melancólico y abrumado rostro de uno de los edificios más emblemáticos del siempre querido y amado Tehuantepec.
Sean felices, que no cuesta ni duele.