domingo, noviembre 24, 2024

Cartas en el asunto – Quiénes vendieron el Blanquito?

Por Juan José Cartas Antonio

El signo de interrogación dejó entreabierta la puerta de la memoria histórica de la ciudad y aprovechando la oportunidad nos metimos para hurgar cosas semejantes al trascendido que hoy en día permea a quienes, como amantes del fútbol soccer, están interesados por conocer el fondo del meollo.

La verdad, verdad, con toda seguridad, tiene características del «nunca saberse» por la forma en que se manejan y se han manejado, las pérdidas de los grandes espacios que existieron en el viejo puerto, mismos que las autoridades pudieron canalizar para ser utilizados en proyectos de bien común. 

Hagamos un breve recorrido en la línea del tiempo. 
¿Quién vendió y benefició lo que conocimos como el Campo Puertos Libres? En el espacio deportivo se hallaba una cancha de basquetbol y el edificio en el que se constituyó la escuela técnica, de niveles en bachillerato y secundaria que a la postre sería el CECyT 124 y hoy en día el CEByTIS.

Fue un centro deportivo en el que por mucho tiempo se disputaron torneos de fútbol en las categorías infantil, prejuvenil, juvenil y libre. En ese terreno de fútbol jugaron hasta los extranjeros, que tripulaban los barcos mercantes que llegaban al puerto. Inclusive albergó a los equipos de la naciente liga Petrolera. 

¿Quién vendió o negoció el campo de béisbol donde se construyó el hospital de marina? El lugar estaba cubierto de árboles de espina en su mayor parte, pero contaba con un campo de béisbol que pisaron muchos peloteros Salinacrucenses, durante los campeonatos que allí se organizaban. Colindaba con la casa redonda hacia su lado norte y hacia el sur con la calzada Teniente Azueta.

Otro emblemático lugar en el que se vivió la gloria del deporte Xhunco, en las disciplinas de fútbol y béisbol, es el campo Ignacio Zaragoza. Un enorme terreno lleno de historias sin fin escrita por grandes jugadores de locales, regionales, estatales e internacionales. 

Allí brillaron Juan Suby, el «África» González y muchos más, que ahora escapan de nuestra memoria. Como olvidar aquel gran equipo del Dique Seco, que se enfrentaron en aguerridos y fantásticos juegos llenos de alaridos, por los fanáticos del rey de los deportes. Para verlos sin dinero solo teníamos que asomarnos sobre las laminas de fierro, que era la precaria barda.

Allí mismo desfilaron aquellos grandes equipos de fútbol de la primera fuerza, liga integrada por los tiburones rojos, el politécnico de Monjardín, el San Francisco, el Santos del Espinal, el Salina Cruz y muchos más, mismos que disputaban sin tregua alguna los noventa minutos de juego. Esos equipos también enfrentaron a grandes oncenas de la región, que de manera conjunta le dieron brillo al deporte regional.

Hoy en día el Ignacio Zaragoza allí sigue con sus grandes cantidades de abrojos hacia su lado sur, espacio en el que, cuando se prestaba el servicio militar, era obligatorio tirarse pecho a tierra y sufrir el agobio de las espinas que se adherían al cuerpo de todos. Lo que también sucedía en la humanidad de los futbolistas. 

El lugar lo ocupan en su totalidad los soldados, cosa que antes no pasaba, pues las Fuerzas Armadas estaban instaladas en lugares como: en la planta alta del edificio ubicado en la avenida Manuel Ávila Camacho y calle Guaymas, y en la casa de la avenida 5 de mayo y Progreso.

Quién o quiénes han llevado a efecto la venta o expropiación de estos lugares a los que hoy amenaza con sumarse el emblemático Campo Blanquito? La verdad debe estar en los documentos que acrediten los actos llevados a cabo, que le han causado daño al puerto en su patrimonio.

De ser propiedades del gobierno federal todo lo que haya pasado tuvieron o debieron tener conocimiento las autoridades estatales y municipales, pero hasta el momento el pueblo sigue esperando. 

Y para concluir, si quienes han sido autoridad municipal no conocen sus responsabilidades y menos la historia de la tierra que han gobernado, quiero pensar que la ignorancia les negó el derecho de dejar un gran legado para sus «gobernados».

Sean felices, que no cuesta ni duele. 

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