Por Juan José Cartas Antonio
Mientras la abuela Flavia atizaba el fuego de su narrativa, también se daba tiempo para humedecer su garganta con sorbos de café, que Pedrito le había servido con prontitud para ganarle tiempo al tiempo, y es que el sol estaba a punto de cumplir con su jornada de luz para darle paso a la tarde y al arribo de la noche.
La abuela siguio relatando
-Hijo mío, el abuelo Juan resaltó, que cuando la mezcla se dio, aún y cuando muchos indigenas continuaron con sus prácticas de adoración a sus muertos en las cuevas, aparecieron los altares en sus casas, simbolismo religioso en los que se empezó adorar a los Santos y Vírgenes que se integraron a la nueva creencia de fe en los nativos. Y fue en la mesa del altar de las casas donde se empezaron a colocar las ofrendas para adorar a sus difuntos.
Para entonces las ofrendas contenían lo justo y necesario, manteniendo la creencia del inframundo y la fe inquebrantable de encontrarse con los suyos. Los altares eran sencillos, siempre guardando la medida económica de quien habia perdido a un ser querido, sin extravagancias, sin exageraciones, sin inventos y sin cualidades de concurso que denotan vanidad.
Los altares eran puestos sin tomar en cuenta los llamados simbolismos. Y entonces el abuelo se preguntaba que de dónde sacaron lo de los 7 pisos, lo de la fotografía, si antes no habían cámaras fotográficas, lo de colocar las cosas en forma simétrica.
Todo esto es vanidad, me decía, pura vanidad de los que tienen dinero, de los que pueden agregar a sus altares lo que se les antoja y ocurre. El que tiene procura que los demás, con sus hechos, hablen de sus logros, aunque estén equivocados, pues ahora colocan hasta botellas de caguamas, lo he visto, o agregan cosas que no habían antes.
Mira si no han tomado hasta formas de vida de otras razas, pues algunos dicen que no solo son los días 31 de octubre y 1 y 2 de noviembre. Me dijo el abuelo que lo importante es poner nuestros altares, porque tienen el alto significado de las ofrendas a nuestros muertos, y que estos sean al alcance de nuestro dinero, que los pongamos aunque muy pequeños, pero con todo el amor y cariño a los nuestros, pues de acuerdo a lo que nos han heredado nuestros abuelos, en estos días nos visitan espiritualmente.
-Abuela, abuela, y si me enseñas cómo hay que hacerlos?
-Pedrito, Pedrito hijo mío. Vamos pues a colocarlo en la mesa del santo. Anda, ayudame, trae mi canasto y ve pasándome lo que te diga.
-Si abuela.
-Dame las mandarinas, las naranjas, los cacahuates, las nueces, las manzanas, las manzanitas, las jícamas y la caña cortada. Ahora pásame los caminantes y los caballitos de panela.
-Sí, abuela.
-Ahora pide a tu mamá unos platos para colocar el marquesote, el pan de queso y los panes de muerto.
-El pan de muerto me gusta mucho abuela, añade Pedrito.
-Anda, pásame un vaso de cristal lleno de agua, que seguramente nuestros difuntos traerán mucha sed, y otro a la mitad, para poner el aceite, luz que iluminará su camino a casa. Ayudame por favor con la cajita de cerillos y las maripositas y dame una mechita.
Ahora dile a tu mamá que te de las botella de animado y mezcal, y me las traes para colocarla, ya ves que a tu abuelo le gustaba echarse sus copas.
Mira, atrás del santo está la bolsa de incienso, sácala, y luego pásame el anafre que está bajo la mesa, mientras voy a ver el carbón al fogón, ojalá y esté ya al rojo vivo.
Se me olvidaba, saca también debajo de la mesa los cheros para poner las velas.
Por favor apurate que ya va entrar la noche y todavía hay que colocar las plantas de platano y las varas de caña.
-Abuela que maravillosa eres. Sabes? Gracias por enseñarme todas estas cosas que otros ignoran. Te quiero mucho, mamá grande. Verdad que cuando pase el día de los muertos me vas a dejar comer lo que ellos dejen? Anda, dime que si.
-Si hijo, todo lo repartiremos y lo comeremos, como cada año pasa.
-Abuela, que no se te olvide que hace faltan los tamales y el atole de leche, que reparten en las casas en las que hay Todos Santos nuevo. Por favor abuelita chula, saca de tu cintura el dinero para dar la limosna. Te quiero mucho, abuela Flavia.