domingo, noviembre 24, 2024

Cartas en el asunto – Los tamales y el atole de leche

Por Juan José Cartas Antonio

-Mamá grande, mamá grande, necesito de tus sabias palabras.

Fue lo que José dijo a su abuela, aquella mañana de otoño del treinta y uno de octubre, cuando se acercó a la vieja y maltratada hamaca en la que descansaba la vieja Chencha, quien ya pasaba los ochenta años de edad. A pesar de los años idos y de los constantes viajes que realizaba, para platicar con su nieto José, su rostro y cuerpo no mostraban cansancio, solo sus pies tenían «riuma» y los arrastraba al andar.

A las palabras de su nieto consentido, a quien hace mucho tiempo no veía, respondió:

-De que se trata ahora mi pequeño, José? Anda, dime, para despejar tu duda.

-Mamá grande, quiero saber por qué mientras en casa todo está en silencio, en las casas de los vecinos todo sigue igual?

La abuela Chencha le pidió que se acercara y lo invitó a sentarse junto a ella. Antes de responder le dio un abrazo amoroso y depositó en su frente un beso, lleno de ese sentimiento que brotó del fondo de su alma, con todo el cariño de las abuelas, acompañando sus actos con un suspiro que le salió del alma.

-Mi pequeño, acaso no has aprendido lo que sucede en estas fechas de fines de octubre? Recuerda que cada año nos disponemos a recibir a nuestros difuntos, por lo que debemos poner en la mesa del santo una ofrenda para ellos y guardar con respeto esta celebración. Deja que los demás rompan con la herencia de nuestros abuelos, quizá ellos no pertenecen a nuestra raza o han perdido el rumbo. Así que por favor no prendas la tele ni el radio. Ahh y nada de pelear con tus hermanos ni con la gente, porque te pueden suceder cosas.

José quedó por un momento quieto, para luego volver con sus interrogantes. Mientras, Chencha parecía arrastrar sus extremidades en aquel piso de ladrillos, para echar al vuelo la hamaca.

-Ahora es cuando se comen los tamales y se toma el atole de leche? Porque ya se me están antojando mamá Chencha.

Doña chencha le dijo:

-Sí, hijo mío, es ahora cuando sucede eso que dices, pero será hasta mañana cuando podamos hacerlo.

José siguió con sus preguntas, y su abuela con las respuestas, quién gustaba de su compañía hasta más no poder.

-Mamá grande. Mamá grande, y por qué en casa no están haciendo tamales y atole, para que así comiéramos bastante?

Chencha rió a carcajadas ante tal pregunta y respondió.

-Josesito, hijo mío, los tamales y el atole solo se hacen cuando en alguna casa hay un muerto «fresco», o sea, cuando realizan el Xhandu Yaa, o Todos Santos nuevo.

Jose le dijo:

-Entonces cuando mueras voy a comer muchos tamales y a tomar mucho atole de leche, verdad?

Chencha guardó silencio, y cuando estaba a punto de contestar se escuchó la voz de María que preguntaba a José.

-Pepe, Pepito, ponle un poco de cebo a esa hamaca, que su rechinar me causa escalofríos y ya deja de hablar solo. Anda ven, que ya traje los primeros tamales y una cubetita de atole de leche, y ya deja de hablar con tu abuela, para pedirle que no se coma todo lo del altar.

-Ya voy mamá, solo deja despedirme de ella, y pedirle que no vaya a faltar el próximo año, para que la casa no esté triste y pueda disfrutar del altar que le ofrecemos a ella y a mi eterno abuelo.

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