Por Juan José Cartas Antonio
Fotografía: Luis Villalobos
En casa de doña Eustolia sus nietos habían formado una revolución, y el griterío que hacían se encontraba en el nivel de inaguantable.
La presencia de todos obedecía a que doña Tolia, como la conocían en el pueblo, realizaría en breve la repartición de todo lo que contenía la ofrenda de Todos Santos.
El hecho tenía lugar el día tres de noviembre por la tarde, fecha que se estableció en la familia para todos los años, por lo que ya no había necesidad de invitar al puño de nietos y biznietos que tenía, a los que se agregaban los adultos de la familia.
Así que siendo las seis de la tarde, contando con la presencia de toda la plebe, doña Eustolia dio inicio a la repartición, tratando de ser equitativa para que nadie se quejara.
Antes de dar inicio les dijo:
-Este año voy a entregar las cosas por familia, para que cada papá y mamá las repartan a sus hijos, lo que harán, de acuerdo como se hayan portado.
Empezó a llamar a sus hijos e hijas, de acuerdo a sus edades, ya que su familia estaba formada por tres hijos y dos hijas.
-Rogelio aquí está lo que les toca, menos tres naranjas que se comió Pánfilo anoche. Y te llevas este pan de queso al que le quitaste un trozo, para que tomaras tu cafe, a la hora que llegaste de tu trabajo.
-Isidro aquí está tu parte, a la que le van a faltar tres mandarinas y tres naranjas, mismas que veniste a tomar durante tres dias, cuando te ibas al campo. Tambien te va a faltar un pan de muerto, pues vino tu esposa a pedir uno prestado para que tomaran cafe tus hijos.
-María, acercarte por tu parte. Lo tuyo está casi completo, solo te quité las nueces y los cacahuates, ya que anoche seguí una sombra que había tomado algo de la mesa del santo y descubrí que eran tus hijos los que estaban acarree y acarree la fruta. Hasta se espantaron al verme, creyendo que era una difunta. Ja ja ja que susto que les metí, hasta tuve que soplarles con anizado.
-Le toca el turno a usted Angelina. Acercate y toma tu parte. Esta es la unica porcion que está completa y le voy agregar lo que ustedes perdieron.
Solo faltaba Francisco en la repartición de aquella tarde, el más joven de todos, el xhunco de la familia, el consentido de doña Eustolia, el dolor de cabeza de los demás, quienes no se movieron del lugar, para ver que pasaba y enterarse de lo que le tocaría, que era bastante, ya que faltaba que doña Tolia obsequiara algunas cosas a los hijos de sus vecinos.
Hasta a Francisco se le hizo larga la espera, para recibir su parte, así que dijo a su mamá, con cierta molestia:
-Mamá, por favor apúrate que me están esperando, ya ves que mi mujer y mis hijos no vinieron.
Su madre le respondió:
-Estate sosiego que estoy viendo que hago contigo, mal hijo.
-Por favor mamá, y ahora qué pasó?
Los demás hacían comentarios casi al oido y lo miraban discretamente. De pronto doña Eustolia le dijo:
-Acercate francisco, para enterarte de lo que te toca este año. Me lastima por tus hijos y esposa que no tienen ninguna culpa, pero estoy comprometida con el orden y el respeto. Ya escuchaste y has sido testigo de lo que apliqué con tus hermanos y hermanas, así que solo te llevarás las plantas de platano, las ramas de sauze, las flores y el racimo de cocos.
Francisco se puso furioso por lo que su madre le había dicho y por las carcajadas de sus hermanos, hermanas, cuñados, cuñadas y sobrinos. Y preguntó:
-Por qué me haces esto mamá? Lo que me das es un insulto y no me lo merezco.
Eustolia, con el corazón oprimido le respondió:
-Está bien, esta bien. Te has ganado este momento, porque bien te lo mereces. Ayer cuando salí a dejar las limosnas entraste con tus amigos, que andaban borrachos, y se bebieron las cervezas y el mezcal que tenía el altar, y ellos te decían que hoy harían LA LAVADA DE OLLA del día de los muertos. Nunca se dieron cuenta que en la hamaca de atras dormía tu tío Manuel, que vino a visitarnos. Es por eso que te toca lo que te dije, para que con tus amigos festejen su LAVADA DE OLLAS. Anda toma las cosas y vete, que no quiero escucharte. Y ustedes que esperan? vayanse, déjenme sola, que voy a tomar cafe y a comer pan de queso con mi viejo, que creo todavía anda por aquí. Espero no esté enojado por esto que hice.
Todos partieron cabizbajos y con lagrimas en los ojos, despidiendose con un adios entre dientes ante lo que habia sucedido.
Francisco, por su parte, se llevó clavado en el corazón y su mente la enseñanza de una gran mujer, su madre.