Por Juan Cartas
Sin duda, con la apertura de las pistas de baile de las grandes fiestas patronales, bodas, quince años, bautizos y cumpleaños, vuelven a la normalidad las actividades festivas de nuestras costumbres y tradiciones, que son identidad de nuestros pueblos.
Desde luego, la sequía de estas convivencias propiciaron que los bolsillos de los que ofrecen sus servicios a quienes realizan los festejos o participan en los mismos, sufrieran un deterioro mayúsculo que agredió a las familias dependientes.
Es una larga lista de comerciantes que se vieron afectados durante el transcurso de varios meses de inactividad, que en muchos de los casos y para salir avantes, tuvieron que ponerse la chompa y desempeñar, aprendiendo diversas actividades.
¡Claro! Hay quienes dejaron a un lado el respeto a las normas y le apostaron al término que muchos utilizan: «de algo me tengo que morir», llevando a cabo festejos clandestinos ante la complacencia de la autoridad que se volvió «ojo de hormiga» para no suspender el atrevimiento de quienes pusieron en riesgo a todos.
Por aquello de no fuimos enterados, hay que resaltar que las autoridades, en su momento, giraron documentos que contenían el NO a la celebración de actividades festivas, oficio que llegó a manos de mayordomos y principales para su conocimiento y apego a la determinación de la medida. Inclusive el obispado hizo llegar a los responsables de los templos católicos indicaciones precisas por la pandemia.
Con el reinicio de todo festejo, mayordomos y principales han vuelto a girar invitaciones a través de todos los medios a su alcance, para realizar los honores respectivos a la virgen o santo patrón de cada uno de los barrios asentados en Guisii, lo que ha traído el desbordamiento de una sociedad ávida de volver a las celebraciones anuales de costumbres y tradiciones del pueblo.
Las calendas, bailes velorio, convite, regadas, capitanes y capitanas, retretas, lavado de ollas, recalentado y más, están en todo su apogeo, por lo que músicos, taberneras, cocineras, dulceros, chicleros, vendedoras de guetabingui, mangos, charales, quesillo y xhitabigu, se han sumado a las convivencias de aquí, allá, acullá y mas allá, para volver a llenar sus bolsillos con lo que generan nuestras maravillosas y únicas fiestas titulares y patronales.
Pero… y la sana distancia, el lavado de manos, el cubreboca y el NO a los abrazos y besitos? Porque están dando a conocer que la quinta ola de Covid-19 viene avanzando con ganas. Será que las vacunas nos han vuelto inmunes y la vamos a librar?
Lo cierto es que nuestra gente festiva ya se desbordó, cansada del encierro. Lo malo, es que a partir de ya, todos estamos expuestos a lo que nos alcance.
Sigan la huella del Jaguar.