Andrés el enterrador y la Carreta de la Muerte

RÓMULO JIMÉNEZ CELAYA

Imagen ilustrativa: Mara Matus

Andrés el enterrador, Ndré Guetu, Andrés el muerto, así fue conocido y así se le recuerda en Tehuantepec. Personaje singular que, sin precisar sus apellidos ni su ascendencia familiar, un día apareció en esta tierra en donde el fuego reverbera, solamente vestido con sus nueve años, la gente solo atinó en decir que provenía de un impreciso pueblo misterioso, algunos aseguraban que de Nativitas Coatlán Mixe.

La vida cotidiana de Ndré Guetu se desarrolló bajo un halo de misterio, pues llegó a tener varias practicas extrañas, como el de ir a la cueva del cerro del barrio Lieza cada vez que ocurría un eclipse lunar, y sin importar que lloviera y tronara, los días veinte de cada mes, puntualmente a las tres de la mañana, se perdía por el camino que conduce al Guie Ngola, llevando consigo hojas de tabaco, copal, agua y mezcal. Unos decían que iba a reforzar su pacto con el diablo, otros, que iba a ofrendarle a nuestros dioses antiguos, pero vaya usted a saber.

Ndré Guetu o Andrés el muerto, fue un hombre delgado, moreno, con ralo bigote y barba, no llegaba más allá del uno cincuenta y nueve de estatura y de unos sesenta y dos años de edad. Poseía un gusto enfermizo por el mezcal, pues siempre estaba bajo los efectos de esta milenaria bebida. Era muy callado, pues no hablaba más que lo necesario; sin contar con amigos y familia, sus esfuerzos se concentraban en su oficio de sepulturero, y cada vez que la gente se topaba con él, rápidamente se apartaban de su camino, porque decían que su mirada inspiraba miedo y que sus ojos brillaban con un fulgor macabro, como que si fueran atizados por las llamas del mismísimo infierno, además, decían que su apodo, Ndré Guetu era una de las tantas advocaciones del diablo, por eso nadie quería estar cerca de él, que su sola presencia era tomada como un mal presagio, ya que se decía que siempre llevaba a la muerte cocida a su aliento.

<< Que del barrio Santa María Reoloteca, que no, que del barrio Santa Cruz Tagolaba>>. Sin tener ya referencia del barrio que lo albergó, Ndré Guetu, por su oficio de enterrador, recorrió todos los barrios de Tehuantepec con su carreta, la cual utilizaba como carroza fúnebre. Durante las epidemias del cólera y la viruela que sucedieron en el último cuarto del siglo XIX y en el primero del siglo XX, y con los muertitos que se echó al plato la revolución, se vio a Ndré Guetu con su cargamento de cadáveres subir y bajar las angostas y polvorientas calles de Tehuantepec, cadáveres que iba a enterrar en fosas colectivas, bien, en el cementerio del Refugio, o bien, en el de Santa María o Santa Cruz Tagolaba, pues optaba por el cementerio que estuviera más cerca de los difuntitos.

Cuenta la gente que en la epidemia del cólera que atacó a Tehuantepec en 1887, fue cuando Ndré Guetu comenzó a introducirse sin permiso a las casas que, sin permitirle a la gente a bien morir, y sin que lo moviera a compasión las súplicas de los familiares, así agonizando se los echaba al hombro y los apilaba en su carreta y los enterraba vivos << al fin y al cabo van a morir >>, fue por eso que cada vez que escuchaban acercarse una carreta, los parientes del enfermo evitaban llorar a llanto abierto para que no los escuchara Ndré Guetu, para que así él no se enterase de que alguien estaba por morir.

Nadie supo que fue de él y cómo terminó su vida, pero lo que sí asegura la gente, es que no murió ni por el cólera ni por la fiebre amarilla, “que porque tenía pacto con el diablo”. Algunos dicen que murió a causa de su alcoholismo, otros, de que no murió, que el diablo vino por él y se lo llevó a vivir al mismísimo infierno, << pero lo que muy pocos saben >> me confesó la abuela Antonia << que un día que lamentablemente extravió su fecha, Ndré Guetu desapareció misteriosamente, tal y como había aparecido en Tehuantepec, desnudo, pero ahora con sus sesenta y dos años >>.

Dice la gente, no me crean, que cada vez que se aproxima una calamidad para los tehuanos, Ndré Guetu regresa con su carreta y recorre las angostas calles de mi Tehuantepec. Dato reciente, ahí tienen que se dejó escuchar el rechinar tétrico de su carreta a altas horas de la noche, días antes del sismo del 7 de septiembre de 2017, y que se volvió a escuchar en noviembre del 2019, anunciando otra desgracia para Tehuantepec.

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