sábado, noviembre 23, 2024

Lienzo cultural – Guelaguetza de verdad

Fotografía: Alberto Jiménez

Por S. Álvarez

“¡Yo sí fui a una Guelaguetza de verdad!”, me dijo, aquella mujer a quien hace años no veía y esa noche bajo la luna compartimos una pizza con los demás.

“Cuanta ironía”, pensé, ¿en qué momento la pizza dejó de ser meramente italiana y comenzó a ser “mexicana”, “hawaiana” y “cuatro quesos”?, ¿cuando es que la ciudad de Nápoles dejó de ser un alimento y se convirtió en un sabor?, ¿en qué punto de la historia se han mercantilizado?

Si no somos dueños de nuestra cultura, ¿estamos sujetos a la globalización?, pensé, después de terminar de beber mi refresco de color negro como mi cabello.

“Guelaguetza de verdad”, repetía entre sueños. Recuerdo la primera vez que asistí a la Guelaguetza que se da lugar en el auditorio con el mismo nombre: jamás me sentí más orgullosa de mi sangre oaxaqueña que aquella mañana, después de alcanzar una bolsita con una ciruela del curado preparado para la ocasión.

Aún viven en mi memoria los días posteriores a tal evento; aún me veo comprando “pan de Tlacolula” con una etiqueta que menciona que aquel pan ha sido elaborado en alguna otra parte del estado, y cenando garnachas istmeñas de una paisana que, al igual que yo, ahora vive en la capital.

No quiero malentendidos, no estoy a favor de la globalización pero, pese las contradicciones dadas y generadas en la Guelaguetza, así como la existencia simultánea de lo tradicional-moderno con órdenes simbólicos culturales varios en la Oaxaca de hoy, resulta muy complejo y contradictorio, me atrevo a decir que hasta hipócrita, tomar una sola postura sobre la misma.

“La cultura es la expresión simbólica de la sociedad” (Lizama, 2006) y el tener durante un mes la promoción mediática nos abre paso para conversar de lo que -verdaderamente- importa (problemáticas que se extienden, y ahora desplazan habitantes locales); usar el sueño de unos cuantos para mostrar la realidad de muchos.

Reflexionar lo que vemos y mirar de manera indiscreta, los orígenes de nuestras tradiciones, nos abrirá paso a la comprensión y a dar una “Guelaguetza de verdad”: una ofrenda, apoyo mutuo, algún presente sin esperar nada a cambio.

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