Por Juan José Cartas Antonio
-«Acaso no hay alguien que ponga orden en el pueblo? – fue la pregunta que me hizo, antes de darnos un abrazo de bienvenida, el sobrino que volvía al terruño después de muchos años de ausencia.
Y claro, no tuve más que contestarle con otra pregunta, para saber que fue lo le hizo olvidar la alegría de volvernos a ver y de reencontrarse con el pueblo, que en sus cartas primero, y luego, a través de mensajes y diálogos en el celular, repitiendo una y otra vez que sentía nostalgia por la familia, la comida, los dulces, las fiestas, los amigos de infancia y el rostro antiguo de las calles, callejones y casas de tejabana.
-¿Por qué me haces esa pregunta? – le dije. – Es que no esperaba ver tanta adversidad y tristeza en lo que, hasta el momento mis ojos han visto. Muchas construcciones a orilla del famoso canal al que nos traían nuestros padres, muchas de ellas edificadas sin ningún plan de embellecer y convertir el lugar en un verdadero atrayente para propios y extraños.
Logré descubrir un gran desorden en el lugar, ya que en ese tramo la carretera está llena de topes y el autobús pasó lentamente. Ya luego vi que del lado sur del asfalto estaban levantando unas casetas en el área del derecho de vía. Imaginé que alguien repartió los espacios por el lugar y el material ocupado.
Cuando me fui de Tehuantepec, supe de que la autoridad estaba edificando una terminal de autobuses foráneos y ahora que vuelvo veo que lo que construyeron es un asentamiento humano sin pies ni cabeza y que lo construido de la terminal quedó como el aeropuerto de Texcoco.
Pero bueno, después de pasar por la zona de tristeza vi que la sede de la SCT había sido remodelada hasta donde la Policía Federal de caminos tiene su comandancia. Claro, claro, ahora ya no tienen ese nombre y sus funciones están reguladas de otra forma.
Pero… caray, de lo sutil volví a caer en el enojo, pues me encontré con que el campo Berehuini desapareció. Aquel campito en el que aprendí a pegarle al balón de fútbol jugando en la liga que dirigía el amigo Mel y en el equipo Berehuini que formó el popular «Cateto».
Cuantos maravillosos recuerdos vinieron a mi mente. El ingresar al terreno de juego a través de una pequeña puerta, después de esperar a que llegara Mel o Cateto con la llave. Encontrar en el campo restos de tepalcate y cabezitas con formas de serpientes o águilas. Pedazos de cristal, que después supe era obsidiana.
Terreno que era propiedad de don Pepe Estefan, y lo facilitaba para los torneos de fútbol que atraían a muchos chamacos en la edad de infantil y prejuvenil. Pero se acabo todo porque construyeron la bodega de doña lucha, talando los árboles y desapareciendo el campo Berehuini.
Luego vi que el antiguo hotel Tehuantepec es tan solo un montón de escombros y enfrente una docena de casuchas donde ofrecen pollos al aire libre, sin un control sanitario. Me encontré con los restos de la otrora gran agencia de autos de la Dogde, misma que se cae en pedazos, quedando poco de su sala de exhibición y su enorme taller, al fondo.
Un poco de alegría volvió a mi ser, cuando el autobús se detuvo y pude observar que a la terminal ya le habían dado una buena manita de gato. Se detuvo, para dar vuelta en la pequeña glorieta, porque se atravesaron unos carros que van a Juchitán, unos taxis que se adueñaron de la glorieta y unas motocarros que estaban esperando a media calle, que bajaran y subieran unas paisanas.
Después de haberme detallado su molestia, antes de enfilar a casa, vi que su rostro había recuperado un poco de paz y tranquilidad, por lo que, tratando de que conservara la sonrisa, quise llamar su atención platicandole algunas charadas pero me fue imposible, porque se mantenía el interés de ver y sentirse en su pueblo querido.
Así que no pude evitar que siguiera «disfrutando» de la invasión del derecho de vía frente al Hospital Materno Infantil, donde ya se están construyendo de «material» muchos changarros. Ya no dijo nada solo movió la cabeza para manifestar su desaprobación y le dije, lo que ves es apenas un poco de la tristeza y desorden de Tehuantepec.