Por Juan José Cartas Antonio
Después de que mis ojos se llenaron de la imagen de las paredes a punto de sucumbir, vimos un parquesito Juárez desolado, al que sólo llega el bullicio cada mes de marzo.
Alcanzamos a ver a nuestra derecha, un poco al fondo, la iglesia católica en reparación y parte frontal del obispado. Ante las imágenes y por lo que existe en algunos textos, intentamos recrear las imágenes que se dieron en el lugar un 22 de marzo de 1660, durante la rebelión de los originales contra españoles de aquella época.
En primer plano de mi lado derecho, me encontré con el edificio que ocupa la escuela primaria que lleva el nombre de la insigne benefactora de Tehuantepec, doña Juana C. Romero, institución calificada por los habitantes del municipio, como la más importante en su nivel.
Detallan escritores y mucho, la voz popular, que la primera edificación que dio vida a esta fuente del saber fue de adobe, ladrillos y tejabana. Posteriormente se construyó una escuela de dos plantas y dos alas, que ofrecieron mejores condiciones de estancia.
Ante el deterioro y mayor necesidad de este edificio de concreto, se realizaron gestiones ante el gobierno y se logró la construcción de un nuevo edificio, para lo cual la población estudiantil fue albergada en el Convento Dominico, en donde se situaba la casa de la cultura. Lamentablemente la nueva inversión fue dañada por el sismo de 2017 por lo que la necesidad de un nuevo centro educativo vino a dar certidumbre a las familias de niñas y niños que en este colegio se preparan. Hoy en día luce triste por la pandemia, no se escucha la algarabía de las nuevas generaciones.
Continuamos en el sangoloteo de nuestro viaje hacia el norte del centro y antes de doblar hacia la derecha, abordando la calle Guerrero, para cruzar los barrios de San Jerónimo y Guichivere, le pedimos al señor motocarrero que detuviera un momento la marcha de su «contaminante» para volver a recordar los sellos que colocó el INAH con la intención de detener la demolición de la casa antigua en la que hoy se encuentra una tienda más.
Ni una orden municipal, estatal o federal, pudo detener la destrucción del vetusto edificio que, según escriben y comentan, albergó la legendaria figura de don Benito Juárez, cuando visitó la ciudad con la envestidura de mandatario. Cuánto daño se le ha causado a la majestuosidad de Tehuantepec.
Mientras esperaba con el motor encendido el paisano, bajé por un momento y caminé hacia la iglesia de San Sebastián, no fueron muchos los pasos que di para tener ante mi vista, uno de los más antiguos templos católicos de características muy especiales.
Su construcción de adobe, ladrillos, cal y cemento. Su techo «como de petatillo». El piso de su coro De madera. Sus Vírgenes y Santos antiguos, tallados en madera o pintados en tela. En su lado derecho, hacia el oriente, una especial construcción en la que se encuentran el Santo Entierro y se respira y siente un ambiente de inframundo.
Es un recinto católico en el que se conservan muy arraigadas figuras y costumbres de tiempo inmemorable, como la cofradía y hermandades. Lugar en el que la Cuaresma tiene un alto significado en el vínculo de la comuna con la gente del pueblo de San Blas Atempa. Sitio en el que las mujeres se visten de negro y los niños y niñas de angelitos.
Dejé a un lado los recuerdos, cuando vino a mi mente aquel sismo de 5.5 en el 2008, que dañó los campanarios, una parte del altar mayor y el frente de la iglesia, y cuando los arquitectos de la regiduría de obras públicas informaron al presidente de los daños, quien se encontraba en el parquesito de enfrente, como es de otra religión.
En aquel entonces se apersonaron especialistas en reconstrucción ante la autoridad y vecinos, poniendo manos a la obra volviendo a recuperar la estética de esta joya de la riqueza cultural de Guisii.
Más hoy el devastador terremoto de 8.2 del 7 de septiembre de 2017, causó profundos estragos en la arquitectura del templo de San Sebastián, y estoy viendo una reconstrucción a la que le hace falta un campanario al que ya le faltaban sus campanas.
Lo lamento profundamente, porque ésta iglesia es una de las más emblemáticas del «Tehuantepec de todos».
Volví pronto sobre mis pasos, para seguir en mi recorrido con rumbo a Vixhana. Trepé y pedí al paisano continuar con el viaje. Faltaba mucho que ver del daño que le hemos hecho al pueblo que es ombligo de la nación zapoteca.