domingo, noviembre 24, 2024

Cartas en el asunto – A propósito de Todos Santos, nuestros altares

Por Juan José Cartas Antonio

Las vueltas del sol son interminables y cada vez que fallece al caer la tarde, sus bostezos nos hacen creer que su cansancio es tal, que sus rayos no volverán alumbrar nuestras mañanas.

Y sorpresa, al llegar el alba sus rayos vuelven a crear nuevos senderos de luz que llenan nuestras vidas y marcan la pauta a seguir, pues nos llena de esperanza y vigor para activarnos en las bondades y dones de creación divina.

Hay tiempo para todo y para todos, sobre todo en las criaturas, que ávidas por devorarse al mundo indagan, preguntan e interrogan a los que piensan, lo saben todo.

-Mamá, mamá, me puedes contar, por qué los altares son así o lo construyen así? Interrogantes en tiempos de Todos Santos.

-Hay Pedrito, hijo mío, si sé pero ahora estoy ocupada en preparar la comida. Mira, mejor mientras hago este trabajo ve y pregunta a la abuela Flavia, ya sabes como te quiere y no dudará en dedicarte un buen tiempo. Anda, ve por favor.

-Bueno pues, eso haré.
Pedrito dirigió sus pasos hacia el lugar en el que se encontraba su abuela, quien se hallaba descansando en el patio, sentada en su viejo butaque.

-Abuelita, abuelita, te quiero mucho y tanto abuelita…

-Ahhh Pedrito, algo necesitas de mí y por eso vienes, verdad?

-Hay abuela, hasta pareces adivina, siempre me dices la verdad. Sí, si abue, quiero que me digas, porque los altares son así de grandotes o bueno, porque los construyen así, llenos de dulces, frutas, panes y tantas otras cosas, que llaman la atención?

-La vanidad hijo, la vanidad. Mira, los altares son OFRENDAS a nuestros difuntos y nada tienen que ver con cosas como esas que tratan de impresionar a los VIVOS. Debes saber que nuestra familia siempre nos fue heredando, a traves de la tradicion oral, platicas maravillosas que nos hablan de nuestro pasado. Pon atención a lo que te voy a decir, a platicar pues.

De lo que tengo memoria, el abuelo Juan, que nació a fines del siglo XIX, nos contó que en una coacción en que la noche lo atrapó en la montaña arriando al ganado, pudo comprobar que nuestros muertos si nos visitan, y que llegan a través de una larga procesión, en la que, con luces en sus manos y letanías y cantos antiguos, cruzan el trayecto, para regresar a casa en el tiempo de Todos Santos. Él vio la enorme fila y esas luces con rumbo al pueblo, así como escuchó los escalofriantes cantos.

-Abuela, abuela…

-Chiiii no me interrumpas, calla, que hasta me parece estarlo escuchando.

Dijo que sus cuerpos flotaban y que sus rostros no se veían, que era como si salieran de una cueva, como que brotaban o emergía del más allá y recordó lo que sus abuelos le habían contado, lo que, cerrando los ojos me dejo escuchar.

Habló que los abuelos de sus abuelos les contaron, que los antiguos colocaban sus ofrendas en las cuevas, sitios en los que creían eran las puertas al mas allá. En esos lugares ofrecían a los suyos todo aquello que en vida habían disfrutado.

Fin de la primera de tres partes

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