domingo, noviembre 24, 2024

Cartas en el asunto – Pasado, presente y futuro

Por Juan José Cartas Antonio

Echamos mano de los centavos del cobro de algunos «huesos» que cayeron durante el fin de semana, de las fiestas de los barrios de Santa María y Santa cruz, para preparar el regreso a clases de nuestros hijos.

Pagar colegiaturas, comprar uniformes, adquirir los útiles escolares y guardar un poco en el cochinito, porque a la vuelta estaban los festejos patrios de septiembre, era cosa de organizar el gasto destinado para la educación de nuestros hijos.

Ese pasado, que también se tejió entre sinsabores por la falta de economía en la familia y que fue de gran enseñanza entre los tutores, que en muchos de los casos teníamos que realizar grandes esfuerzos y echar mano de lo impensable, hoy nos sabe a fortuna y ante lo que estamos viviendo, lo sentimos como infinitas victorias y extrañamos.

Para salir avantes en la alimentación nuestras damas hicieron «magia» para estirar el circulante con el que se contaba y aplicar en la mesa los multicitados blanquillos estrellados, revueltos, con jamón y otros preparados que se ponían en la sarten, para saciar el hambre.

Desde luego, los frijoles en caldo o fritos nunca faltaron y de vez en cuando se le sumó un pedazo de queso o cecina, que se complementaron con un kilo (que no estaba completo) de tortillas de máquina.

Toda esa etapa de vida maravillosa, que el creador nos obsequió, son parte de un pasado que nos permitió ver a nuestros vástagos luciendo su uniforme, zapatos aseados y su mochila, listos para enfrentar el desafío de las letras y los números, saliendo de nuestro hogar rumbo a la escuela.

El grillo cantor dejó el recuerdo de su melodía «caminito de la escuela». Allí nuestros hijos e hijas no sólo recibian educación escolar, sino que tenían la oportunidad de socializarse al conocer a sus docentes, compañeros de salón, personal administrativo, la cooperativa escolar, de manera especial al conserje y hasta a las vendedoras del exterior.

Esta realidad les permitía llenar sus memorias de cosas y circunstancias de mucho valor, que fortalecían su intelecto y les enseñaba a abrirse paso en los espacios de convivencia humana, inclusive, les daba las herramientas para defenderse ante la adversidad y su físico se desarrollaba acorde al deporte que elegían practicar. 

Desde luego, cosa que no es propiedad de nadie, entre tantos niños, niñas y adolescentes, siempre han existido quienes no desean estudiar, no entran a la escuela, no ponen atención, se van de pinta o como se dice entre el populacho «tienen dura la cabeza» y no asimilan o se niegan asimilar la enseñanza de los profesores.

Lamentablemente la adversidad se presentó entre nosotros y nos obligó a replegarnos acabando con la armonía, paz y tranquilidad, que teníamos en nuestras comunidades, alterando nuestra cotidianidad y provocando que el crecimiento de nuestros hijos y nietos, tenga un destino incierto y que nuestras vidas estén sometidas a la incertidumbre del qué pasará mañana.

¿Cuánto se ha perdido en la formación de las nuevas generaciones? ¿Cuántos vacíos forman la vida educativa de nuestros hijos y nietos? Con certeza nunca lo sabremos porque jamás pensamos que llegaría esta pesadilla, que está causando un daño irreversible en la humanidad. 

Es de preguntarse también ¿qué seria de todos sin los avances tecnológicos con los que ahora contamos? Porque bien que mal, debemos reconocer que sin la tecnología enfrentar esta adversidad tendría resultados catastróficos, aunque claro, las máquinas con las que ahora «estudian» nuestros niños y adolescentes, jamás podrán sustituir la sensibilidad humana ni los sentimientos que contiene la convivencia entre seres que razonan.

Hoy en día, cuando los resultados de la epidemia son de mayor complicación y funestos, la realidad que compartimos todos, nos dicen que «llueva, truene o relampaguee» las puertas de los colegios se abrirán para recibir a los educandos, porque es necesario, cosa que no es discutible, se pone en predicamento a los tutores, porque el término prácticamente los obliga asumir una responsabilidad que no desean, toda vez que esta de por medio el mayor tesoro de sus vidas.

Y más todavía, cuando se les pide generar una carta responsiva con la que el gobierno hace la de Poncio Pilato, y expone a las niñas y niños y adolescentes, a ser parte de las cifras interminables de contagios y muertos.

Hay que resaltarlo, es justo y necesario acabar con este océano de penas por las que atraviezan todos aquellos padres y abuelos, que ante sus ojos tienen al tesoro más amado de su existencia y ven como frente a la computadora no alcanzan el nivel requerido de formación, y más aquellos que no cuentan con los medios necesarios, para lograr los objetivos, y más todavía, cuando como padres, la preparación de hoy en día, nada tiene que ver con nuestro pasado y no se les puede auxiliar.

La última palabra la tiene usted, porque lo está viviendo en carne propia y, sin duda, su decisión debe de ser la más acertada, siempre pensando en sus hijos y en su familia. Una carta responsiva no le dará la certeza de que su heredero estará libre de todo mal y así como saldrá de casa los verá regresar. 

Sean felices, que no cuesta ni duele. 

MÁS NOTICIAS
Comentarios

Más Recientes