Por Juan José Cartas Antonio
Fotografía: Carlos Solís
Y bueno, porque el aprendizaje nunca termina, me senté a intercambiar experiencias de la polaca en nuestro país con algunos amigos, sobre todo, de lo que se vive actualmente, en razón de los partidos políticos de aquí, allá, acullá y más allá.
En este trueque de ideas y perspectivas, los más zorros (o dinosaurios, como también se les conoce) soltaron una andanada de rayos, truenos, relámpagos y centellas, de sucesos que para la gran mayoría del pueblo y simpatizantes ni fu ni fa. Desde luego, esta aseveración se finca en el hecho de que los unos y otros solo mantienen su interés en saber, el antes, durante y después, quien es el que va aflojar más, sin importar quién es el bendecido.
Aquí aplica aquello de… «a río revuelto, ganancia de pescadores», direccionado toda la carga hacia los intereses individuales, dejando a un lado el beneficio colectivo, o sea, «mientras mis bolsillos estén repletos que al pueblo se lo lleve la tiznada».
La parte más interesante de nuestro parlamento callejero fue, cuando se trató el punto de los acontecimientos que se viven en la ciudad de los palacios, sede de todos los poderes habidos y por haber, no importa la época ni el tipo de gobierno. El embrollo cambió de color, cuando algunos derramaron sus más recónditos sentires, tratando de ubicarnos en termino medio a lo que sucede en la sede nacional del tricolor con piquetes de ojos, mordidas de orejas, ganchos al hígado y golpes en las partes nobles, y lo que pasó en un guateque organizado por los morados con globos, banderitas, confeti, espantasuegras, agua de jamaica, galletas de animalitos, charamuscas, antifaces, «abrazos y besos», la presencia de virreyes (gobernadores), miembros de la santa inquisición (diputados y senadores) y uno que otro chapulín. Y se me estaba olvidando, a la vieja usanza de sus orígenes, la turba enloquecida abrió la caja de pandora y entre hurras, gritos, chiflidos y lágrimas de emoción, vaticinaron a quien es la gallina de los huevos de oro, para la sucesión.
Lo que pasa hoy en el tricolor nunca se había visto antes, señaló un bohemio. Otro dijo: lo que pasa es que tu tenías perdido los sentidos y todo lo veías a través de lo que te decían, y no existían las «benditas redes». Uno más agregó: lo que pasa es que todo era festejo, porque siempre eran triunfos y el ruido que se hacía tapaba las protestas, porque también habían gritos de los eternos inconformes que ahora toman agua de jamaica. Cierto, muy cierto, fue la aprobación de uno más. Y agregó: los morados ahora tienen fiesta, porque están festejando su triunfo de hace tres años; los que festejan estaban antes donde hoy un paisano tiene tomado el edificio de las grandes victorias, y se paseaban con carros completos.
De pronto, ya después de haber consumido tres tazas de café y un pan xhiapa, tomó la palabra el flaco, para decir, un poco encabronado: si, si están festejando, pero igual que ayer, los que brincaron del PRI pa’ ya, también le están gritando a su «líder» algunas linduras, que que hacen recordar sus viejos tiempos y donde aprendió aplicar el sistema, y como pasa en las cámaras de diputados y senadores, los «camaleones» que son más, están callando sus gritos con la alegría del festejo.
Tapamos la olla de chismes que ya hervía, para llegar al punto final de nuestro encuentro POLITICO, dando como resultado, y quedando pendiente el padrino de «arras» que nunca metió su pico, porque estaba ocupado acabando el café y el pan; que las cosas siempre serán iguales, que lo único que pasa es el tiempo, que lo único que cambia es el lugar, que lo único que se deforma son los valores, que lo único agresivo es la ambición malsana, que lo único que no se pierde son los sueños, que lo único que no debemos mezclar es la razón y los instintos, y por si fuera poco, lo único que debemos de callar, antes de ser, son las promesas de no mentir, no robar y no traicionar, porque el poder altera nuestros sentidos.
Después de todo volverán a sentarse y comer juntos y ponerse de acuerdo para lo que sigue, al fin y al cabo, mientras en los pueblos haya circo, maroma y teatro y la olla esté llena con el atole de dedo.
Sean felices, que no cuesta ni duele.