Por Juan José Cartas Antonio
Fue mucho el tiempo de pláticas para convencer a los permisionarios y dueños de los vehículos que prestan el servicio de urbanos en la ciudad, con el propósito de abatir el gran problema vehicular en la avenida Juana C. Romero.
Contaminación, ruido y problemas de alteración vehicular, fueron algunas cosas que propiciaban un caos en horas pico, que trienio tras trienio nunca fueron atendidos con responsabilidad e inteligencia, porque era cosa de sentarse a dialogar con dirigentes, miembros de las organizaciones y quizá hasta con uno que otro conductor, que siempre se habían cerrado a bien entender que la ciudad necesitaba un mejor futuro.
Cuando se logró, medio pueblo aplaudió la medida, porque la reubicación de la terminal de los urbanos y suburbanos no sólo desfogó el arroyo vehicular del centro de la ciudad, sino que creó una luz de esperanza, para la consolidación del llamado centro histórico de nuestra legendaria ciudad.
No podemos dejar pasar la oportunidad de resaltar que la avenida Juana C. Romero, es una arteria que parte a la ciudad de norte a sur, tocando los barrios de San Sebastián, Laborio y Jalisco, siendo la más ancha y larga del antiguo Tehuantepec, ubicándose en sus costados: la iglesia de San Sebastián, el parquesito de la «fuente», la sucursal número uno del monte de piedad, el parquesito Benito Juárez, la escuela Benito Juárez; edificio que ocupó el antiguo ayuntamiento, el mercado municipal Jesús Carranza, el parque central Miguel Hidalgo, el vetusto edificio que ocupan los poderes municipales y al final, muchas casas recuperadas de la inundación de 1944.
Lamentablemente aquel pueblo rico en cultura y fantástico en su historia, que hace unos años fue propuesto para convertirse en «Pueblo Mágico», por la indiferencia y falta de interés de quienes la han gobernado, ha sufrido daños irreparables con la destrucción de su patrimonio arquitectónico y la aparición de tiendas como Coppel, que le quitaron la magia y lo fantástico de su pasado glorioso.
A todo esto se le agrega, hoy en día, la aparición de las ruidosas, estorbosas y contaminantes motocarros, que bajo la complacencia de las autoridades han invadido la zona en la que hacían terminal los autobuses urbanos y suburbanos. Desde luego no son dueñas del caos, porque lo que pomposamente se le llama «centro histórico» se encuentra en total abandono y todos hacemos lo que nos antoja ante los ojos de los muchachos y muchachas encargados de la vialidad.
No creo que esto se componga porque no se ve un ápice de buena voluntad, para realizar la parte que nos corresponde. No podemos vivir en lo fantástico de nuestra música… bonito Tehuantepec, bonito no tiene igual…
La verdad, verdad, Tehuantepec no es un pueblo que florece…
Sean felices, que no cuesta ni duele.