Por Juan José Cartas Antonio
Sin gloria ni pena, el día de ayer concluyó, para fortuna de todos, un espacio en la pantalla chica en la que el actor principal causó los más diversos sentimientos el en pueblo, dejando huellas imborrables en la historia contemporánea del país.
Una telenovela que en sus inicios fue motivo de atracción, y conforme pasaban los días, las semanas y los meses, hasta rebasar el año, perdió credibilidad y ganas por sentarse ante la televisión, para asimilar de cada episodio toda la información en torno a la pesadilla, que aún vivimos.
La facilidad de palabras y el pensamiento rápido del protagonista mantenía un alto porcentaje de público, que ávidos por saber que hacer para enfrentar la realidad, fueron capaces de soportar muchas tardes noche, las interminables mentiras, que como disco rayado se transmitieron sin descanso alguno hasta el cansancio, para crear un mundo de mentiras que muchos nos creímos.
Será imposible olvidar el manejo que se le dio a las cifras de contagios, fallecimientos, hospitales, personas intubadas, camas ocupadas y nombres de quienes habían salvado la vida. Imposible olvidar también cuantas veces se habló del pico del contagio, de la curva, de la enfermedad domada y de que pronto sería aplanada.
Muchos se sumaron a las mentiras y empezaron hablar y a escribir de un tal G5, basado en la colocación de postes y cámaras de un programa sistematizado en las ciudades, que, decían, era parte de la desgracia a la que estábamos condenados. Otros señalaron que habían personas que andaban fumigando en las comunidades; con un polvo que provocaba el contagio. Esto causo que en algunos pueblos, impulsados por el temor y creencias, habitantes lincharan a gente que no tenían ninguna culpa de lo que estaba pasando.
Hay quienes dieron a conocer, demostrando una profunda ignorancia, que pasaban algunos aviones lanzando polvos que contenían el mortal virus y mucha, pero mucha gente se lo creyó y comentó entre la gente del pueblo, y esa mentira se extendió hasta alterar la paz de todos.
Y vaya que fuimos de sorpresa en sorpresa, que salieron de la boca del doctor Lopez Gatell, cuando siempre se mantuvo al margen de reconocer que era necesario el uso de cubreboca, y solo se dignó a decir de la sana distancia, el lavado constante de las manos y evitar las aglomeraciones, para evitar el contagio.
Lo bárbaro en el drama de la telenovela, fue cuando, sin duda, para mantenerse en el ánimo del presidente, dio a conocer, con bombo y platillo, que el licenciado Andrés Manuel, estaba exento de contagio. Esto último fue una «luz maravillosa», que salió de la boca de un hombre de poderes extraordinarios, extrasensoriales, adivino, alquimista, súper dotado, brujo y mentiroso, que cautivó al mismísimo huésped del palacio de gobierno federal, hasta provocar que en una mañanera mostrara una estampa de simple papel, para dar a entender que aquella imagen le daba protección divina.
Mientras todo esto pasaba en las altas esferas en muchos hogares de varios estados, las familias sufrían la pérdida de sus seres queridos sin que hubiera algo que les salvara de esta severa gran desgracia, que no solo sacudia y sacude a la nación, sino al mundo entero.
Así pues, aquello que acabaría a los 30, 40, 50 o 60 mil muertes, hoy en día registra un número que rebasa los 200 mil fallecimientos. Números que manejan en corto, porque, según los que van más allá de los números oficiales, son más de 500 mil almas perdidas en esta pesadilla, que no tiene para cuando. Número al que se pudo agregar el contagio del presidente y del mismo señor López Gatell, quienes adquirieron la enfermedad (si es que eso tiene certidumbre) en algún sitio que visitaron o en el saludo de algún personaje de la política.
Así que, ya después de llegar al cansancio y de que nadie le pone atencion; de que los semáforos se movieron en el sentido que más les convino, hasta quemarse sus circuitos; de que el actor, dizque se contagió, y lo descubrieron en una playa de las costas de Oaxaca, muy campante y sin problemas; de que las vacunas fueron utilizadas políticamente; que se olvidaron del pico, la aplanada y curva del contagio… y el cabello del actor se volvió blanco, la telenovela hoy llega a su fin, sin amenaza de volver.
Pero eso si, y todos nos estamos dando cuenta, el encargado de conducir el barco está tirando su responsabilidad por la borda y dejando a la deriva el control de los semáforos, dando muestra de irresponsabilidad cuando aún, como dijo, la tercera ola de contagio está llegando y ya apareció en Quintana Roo y Baja California.
Y ahora quién podrá defender al pueblo sabio y a los más pobres?
Sean felices, que no cuesta ni duele.