Por Juan José Cartas Antonio
Distraídos, metidos y obsesionados en otros menesteres, máxime el de la polaca, no hemos puesto atención al descarrilamiento de nuestra economía familiar.
Y es que, de la noche a la mañana, de pronto la mayoría de los productos de consumo diario fueron apareciendo con nuevos precios, que agreden el bolsillo de los consumidores sin que haya alguien que ponga orden en este rubro.
Toda esta andanada agresiva contra el valor adquisitivo de nuestra moneda, inició en cuanto se abrieron las puertas de los grandes negocios, que por cuestiones de la realidad que ahora vivimos, habían sido cerradas, para evitar la propagación de la pandemia.
El «no» servicio propicio hizo que las ventas tocaran piso y que en los «haberes» de los dueños se registraran pérdidas, a las que no estaban acostumbrados. Así que cuando el gobierno obsequio la apertura de los centros de consumo, las familias acudieron adquirir lo necesario, no así lo justo, en sus hogares.
¿Cuándo se dio el aumento? Mire usted, fue el cierre mismo el que ayudo, y en el que los empresarios descubrieron la oportunidad de llevarlo a cabo. El primer paso fue que se nos olvidó, que precio tenían las cosas, y el segundo, que cuando volvimos a ir a comprar, los señores empresarios, utilizando los gajes de la mercadotecnia, se ordenó a los colaboradores, el cambio de precios, para recuperar lo perdido por la pandemia.
Fue como un acto de magia que propicio que el dinero que llevábamos, para llenar el carrito con los productos de siempre, ahora solo alcanzará para la mitad.
Con esta realidad, aún y cuando vayamos a consumir «local», con nuestros paisanos y paisanas pues, nos vamos a encontrar con precios nuevos, porque ellos también tienen que comprar con los foráneos, para preparar sus vendimias.
Es más, y eso lo hemos visto y hasta somos sabedores, que hay cosas que tienen todavía el mismo precio, pero ahora el tamaño y la calidad han disminuido.
Solo por señalar algunos. Los tamales y el pan son más pequeños. Los que preparan estas delicias esgrimen que: la harina está por los cielos. Que el aceite está caro. Que los cazadores le subieron el precio a las iguanas. Que el casillero de los blanquillos aumentó de costo. Que las gallinas comen mucho maíz. Y bueno, lo que más nos repiten es que «… ya no sale…».
Pero bueno, el gobierno seguirá diciendo que todo marcha sobre ruedas y que todo lo que sucede es herencia del pasado, aunque la realidad todo mundo la sabe. Y como dicen por allí «vendrán cosas peores».
Si Yave lo permite, volveremos a encontrarnos, para vernos con los ojos del Alma.